CAZA MENOR

  • PERDIZ COMÚN (Alectoris rufa)

La reina de la caza menor española, en sus modalidades de ojeo, salto y reclamo, mueve tal cantidad de intereses que, hoy, su presencia produce en sus terrenos mayor rentabilidad económica que la obtenible de agricultura y ganadería.

En los sectores geográficos donde falta la perdiz pardilla, la común es una gallinácea de confusión imposible -de collar rojizo-, verosímil en las cercanías de Gibraltar, o incluso ejemplares de perdiz griega o chukar, fruto de introducción pirata por parte de granja cinegética, que presentan un collar negro nítido, sin el goteo de estrías hacia el pecho azulado

No hay criterios morfológicos seguros para diferenciar el macho de la hembra aunque, juntos, ésta resulta más esbelta y con cabeza menos robusta. La carencia de espolones es signo femenino, pero hay muchas hembras que también los tienen, siempre de base más estrecha que los peculiares del macho. De cara a conocer la producción de jóvenes en una población, éstos conservan hasta la edad de quince meses las dos rémiges primarias externas juveniles, de ápice puntiagudo y con una mancha blanco cremosa cerca del extremo. Las remeras del adulto son de punta redondeada y carentes de mancha.

Frugal y resistente, capaz de habitar desde las dunas costeras al matorral alpinizado de Sierra Nevada, a 2.500 metros de altitud, su abundancia oscila desde una densidad monstruo en ciertos cotos manchegos, que llegan a producir de renta una perdiz por hectárea, a la semidesaparición en amplias zonas del país, sobre todo en la mitad norte.

Cuidándola, sus posibilidades de recuperación resulta óptimas, ya que la hembra con frecuencia realiza dos puestas, incubando una ella y otra el macho, por lo que la descendencia de una sola pareja pueda llegar a la treintena de pollitos. La rarificación perdicera en las zonas de aprovechamiento común y en un alto porcentaje de cotos, demuestra que la explotación cinegética ha perdido su razón de ser, al esquilmar el capital de aves y no limitarse a extraerle una renta, conservándolo.

  • LIEBRE (Lepus capensis)

Amagada en el surco, el salto elástico y rapidísimo de la rabona proyectándose sobre la llanura inacabable, con las orejas pegadas hacia atrás, resulta uno de los espectáculos más sugestivos de los que brinda la fauna cinegética.

En todo momento, su talla y las largas orejas terminadas en punta negra, junto con el colorido de la cola blanquecina encima y blanco debajo, la distinguen del más grisáceo conejo. El pelaje y aspecto de las liebres varía en nuestro país, en el que se han difundido tres razas, para algunos zoólogos, se trataría de especies diferentes, denominadas respectivamente libere ibérica, liebre europea y liebre de piornal.

La primera ocupa casi toda la España seca, Galicia y Mallorca, caracterizándose por el contraste entre el rojizo entreverado del dorso y el blanco extenso del vientre, exhibiendo pez con empeine blanqueado. La más corpulenta liebre europea, que se extiende desde la orilla izquierda del Ebro y Segre, en Cataluña, por todo el arco pirenaico-cántrabo hasta Cangas de Onís (Asturias), de tonalidades amarillentas y sin blanco en el dorso de las extremidades, carece de deslinde nítido entre el parso y el escaso blanco de la panza. Con respecto a la liebre piornal, de las montañas de Lugo, León, Asturias y Santander, intermedia en colorido entre las dos anteriores y de pies marrones, tiene una bien marcada banda facial blanco grisácea.

Bautizadas con los nombres latinos de granatensis, europaeus y castrovejoi, las liebres reflejan los ásperos contrastes del paisaje nacional, desde las pequeñas y rojizas matacanes mesetarias que llegan al perdedero reventando galgos, a los robustos y más pausados ejemplares de los húmedos valles norteños, proclives a regatear y cortar caminos ante la ladra tenaz del sabueso perseguidor.

Especie prolífica, capaz de varias camadas de dos a cinco lebratos por temporada, con gestación de cuarenta y dos días y destete de la prole a la semana del parto, su rarefacción local sólo es imputable a la mala gestión de la caza sedentaria, recobrando muy pronto la densidad perdida si esta última mejora.

 

   

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